Una sociedad jerárquica es la que hace de la desigualdad algo común y cotidiano. También, una sociedad jerárquica es la que mantiene a personas dentro de una distinción u honorabilidad que les permite enriquecerse a través del trabajo de miles de personas.
Si los pueblos alguna vez enriquecieron a los reyes dándoles el dinero que se llamaba el diezmo, al igual que de lo que le entregaban a la iglesia, ahora continúan haciéndolo, pagando impuestos para que gobernantes, presidentes, secretarios, rectores, militares, directores y demás jerarcas cobren salarios desproporcionados a comparación con los que ganan la gran mayoría de los trabajadores.
Esta distribución jerárquica, elitista y lucrativa que se hace de los recursos públicos, no ha sido motivo para dejar de alimentar los lujos y la riqueza sacada del trabajo de millones de habitantes de cada país. Pareciera que en lo más profundo de la pobreza, en los adentros de la apatía humana, existiera una ferviente esperanza de siempre mantener complacidos y en calma a los grandes jerarcas a quienes se debe rendir tributo económico. No es por casualidad que generaciones enteras tengan el sueño de ser amados por los jerarcas, e incluso, algún día, estar a su lado, en una posición de ventaja con los demás.
No es casualidad, ya que, los siglos nos han entregado una y otra vez, las historias más hermosas para asimilar comportamientos necesarios para mantener a la jerarquía. Una de estas historias, la más conocida incluso para los que no tienen relación con lo católico, es la que sabemos primero antes de cualquier salmo o evangelio: el triste destierro al que fue condenado Lucifer, el Maligo. Antes de ser una aberración a los ojos del Supremo, el dulce Lucifer era un ángel muy preciado por su Señor. No puedo decir si era de los ángeles más cercanos a su Dios, pero lo que sí sé ,pues no escapé de la prédica, fue que Lucifer quiso ser igual que el Supremo, y eso no le agradó.
Si Lucifer sólo sintió envidia, o también se enfrento con su Creador, el caso es que la ofensa hacia un superior debía ser castigada, así que Lucifer fue rechazado de la jerarquía celestial y confinado a un castigo eterno, a donde luego llegarán los condenados por sus faltas. Desde niños recibimos esa forma de entender a lo que pasa con los quienes no se comportan, siendo en la niñez cuando más combinamos la imaginación con la realidad, y nadie nos aclara entonces otros aspectos sobre estas historias , lo cual puede llevar hacer de una sencilla historia, un profundo dogma.
Resultará ridículo lo planteado en los dos párrafos anteriores, para quienes se consideran maduros o libres de los dogmas católicos, cuando se piensa que la sociedad va dejando atrás los mitos de la religión y se preocupa más por adoptar las obligaciones que se le presentan. Aún así, muy pocos de los que leen esto, desconocen la historia de Lucifer, y entre ellos habrá quienes se preguntaron qué más podía significar. Por cierto que con esa historia no es posible que todos automáticamente respeten a la jerarquía, pues en realidad es sólo una parte de los muchos saberes que la jerarquía promueve para darse a conocer como insuperable, y con toda la suprema voluntad de castigar a quien lo dude. No el derecho ni la razón ni nada: la suprema voluntad.
Parece incoherente pensar que generaciones completas puedan ser controladas por este tipo de historias que encumbran a la jerarquía, pero cierto que quienes la sostienen, en pocos momentos les parecerá incoherente seguir alzándola con tal de continuar siendo parte de ella o cercanos al supremo jerarca. La gran parte de las instituciones, y me refiero a las de orden público, financiadas por los impuestos, hablan una y otra vez de cómo dan la mano a quienes están en desgracia, la parte más baja de la jerarquía, cuando todo aquello que no tienen los miserables, está en manos de esa jerarquía institucional, aferrada y en pugna para seguir recibiendo el salario que le otorga su posición dentro de la jerarquía. Seguir con esto, no les debe parecer incoherente, ni algo relacionado con los dogmas. Dirán que “Así es”.
El caso de Lucifer no sólo representa un mal comportamiento que es castigado, sino lo que sucederá si pretendes enfrentar a los Supremos. Es una advertencia insultante para la inteligencia humana, pero la jerarquía también es un insulto que día a día inspira emotivos aplausos y profunda aceptación.
camilo solís
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